Capítulo XVI

Pueblo en armas: la Revolución

Década violenta la de 1910-1920, inesperadamente radical y transformadora, indudablemente revolucionaria­. Fue entonces cuando se definió el rostro de nuestro tiempo, cuando se inven­tó un léxico político novedoso al querer sanar las heridas recientes de 30 años de paz porfiriana y las llagas ya centenarias. Con el estallido de agravios acumulados, afloraron las imágenes de una memoria ancestral –que se remontaba a la Conquista y a las guerras del siglo XIX– y de la sensibilidad popu­lar guardadas en el secreto de los pequeños poblados de pro­vincia, en las aulas, en las minas, fábricas y campos de cultivo. Imágenes trenzadas de la realidad y la leyenda que al descubrir su fuerza ganaron el derecho a formar parte de otra imagen, la de la identidad nacional. La Revolución, escribió Luis Cardoza y Aragón, fue “el encuentro de México consigo mismo”.

El efecto de la Revolución fue rotundo. Se descreyó de las bondades del pasado inmediato, el de las glorias de don Porfirio, y se miró hacia adelante. Se aparejaron entonces los extremos que 100 años antes había notado el barón de Humboldt: las desigualdades sociales se sumaron a la sed cosmopolita modernizadora con las necesidades de un país múltiple y también devoto y radical. La Revolución construyó un estado de ánimo confiado que pronto se generalizó: la ilusión del progreso material porfiriano dio paso a la ilusión de un futuro socialmente justo. Con esa confianza, el desper­tar del siglo XX hizo historia.

Autores

Felipe Ávila Espinosa

Salvador Rueda Smithers

Fascículo

Facículo 16

Audioclip

Escucha

En palabra de los autores

PRÓXIMAMENTE