Al consumarse la Independencia, México heredó un territorio muy extenso. El país era tan amplio que no se sabía con precisión cuáles eran los límites fronterizos hacia el norte; por ello, una de las encomiendas primordiales de los primeros dirigentes del México independiente fue organizar política y administrativamente la nación.
La primera forma de gobierno adoptada fue el imperio. Empero, cuando se perfiló la independencia en 1821, el Plan de Iguala convocó a un miembro de la familia real española a aceptar la Corona de México. No obstante, España no reconoció la independencia de su antigua colonia y el cetro imperial recayó en Agustín de Iturbide. Uno de los objetivos, en lo referente a la política exterior española durante la tercera década del siglo XIX, fue recuperar sus antiguas posesiones en América y reconquistar los territorios perdidos durante las luchas independentistas, entre los que la Nueva España era sumamente apreciada.
En tanto, en México, el imperio de Iturbide no terminó por asentarse. Después de un breve tiempo, el emperador fue derrocado. El Congreso Nacional optó por la conformación de una república, y en octubre de 1824 promulgó la Constitución. Este cuerpo legislativo erigió a México en una república federal. El general Guadalupe Victoria, antiguo insurgente, fue electo primer presidente, aunque durante su gestión se empezó a delinear la brecha entre grupos políticos antagónicos, que comenzaron a perfilar sus planes y proyectos con miras a la siguiente elección presidencial.