La conmemoración en estos últimos años del Quinto Centenario de la Conquista de México nos ha servido a los mexicanos para reflexionar no solo sobre un acontecimiento emblemático de nuestra historia, sino para entender la profundidad y complejidad del proceso de cambio que comenzó en 1492, en las Antillas, y en 1517, en México, que es una de las revoluciones­ más importantes de nuestra historia (después de la larga Revo­lución agrícola), que alteró de manera profunda e irreversible aspectos fundamentales de la vida humana y natural, y cuyos efectos se han dejado sentir en los últimos cinco siglos.

Para entender este proceso de cambio conviene, como lo hicimos en la Conmemoración del Quinto Centenario de 1992, conmemorar, reflexionar entre todos sobre el Encuentro de Dos Mundos, concepto acuñado por el historiador mexicano Miguel León-Portilla (1926-2019), que permite entender de manera amplia el proceso global que se desencadenó en América a partir de 1492, cuando entraron en contacto las dos grandes partes de la humanidad, el macrocontinente llamado Eurasiáfrica y América – el “Viejo Mundo” y el “Nuevo Mundo”–, que habían permanecido­ aisladas durante más de 10,000 años (desde que el calentamiento global derritió los hielos de los polos y cerró el paso terrestre por el estrecho de Bering).