En el tránsito del tercer al primer milenio antes de nuestra era (a.n.e.), la organización social de las bandas nómadas trashumantes del norte del territorio mexicano continuó siendo igualitaria. La gran mayoría de los asentamientos temporales –como cuevas o abrigos rocosos– fueron abandonados, siendo notorio el desplazamiento de los grupos hacia las costas para aprovechar los recursos (ejemplo de ello son los concheros de la península de Baja California), o bien hacia los bolsones de antiguas lagunas pleistocénicas y sierras circundantes para crear asentamientos estacionales en el sur de Nuevo León y región media de Tamaulipas, poniente de Coahuila, noreste de Durango, norte de San Luis Potosí y Zacatecas, y al sureste de Chihuahua. Así, las partes planas fueron los lugares preferidos para actividades cotidianas como la manufactura de instrumentos líticos, artefactos de piedra, concha, coral y hueso, y también para confeccionar vestimenta, procesar pigmentos minerales y elaborar objetos ornamentales o de prestigio. En estas sociedades se distingue la presencia de personajes importantes, quienes organizaban, además de las partidas de caza, pesca y recolección, las celebraciones de renovación estacional, las alianzas intergrupales, el intercambio de productos y bienes, la ejecución de rituales funerarios y sus representaciones en cuevas y abrigos rocosos.