Capítulo IV

Los olmecas, primeros maestros

Tres regiones del territorio mexicano fueron las que los olmecas eligieron para desarrollar su cultura: 1) la costa del golfo de México, en la llamada zona nuclear localizada en el sur de Veracruz y norte de Tabasco, donde se hallan los asentamientos de El Manatí, San Lorenzo Tenochtitlan, El Azu­zul, Las Limas, La Venta y Tres Zapotes; 2) la región conformada por Juxtlahuaca, Oxtotitlán, San Miguel Amuco y Teopantecuanitlán, en Guerrero; y Chalcatzingo y Zazacatla, en Morelos, y 3) la porción de territorio en la que se localizan los sitios de San José Mogote, en Oaxaca, y Chiapa de Corzo, Padre Piedra, Pijijiapan y Rancho Xoc, en Chiapas. Elemento común a todos ellos fue la constante presencia de cuerpos de agua, naturales o artificiales, que en culturas más tardías aludirá al lugar de origen de los pueblos.
Aquel despliegue territorial permitió a la civilización olmeca alcanzar niveles de complejidad sociopolítica desconocida hasta entonces, toda vez que estableció cánones culturales que fueron adoptados por sus contemporáneos, persistiendo aún en culturas posteriores. A lo largo de los 15 siglos de su existencia los olmecas se distinguieron por crear instituciones que detentaban el poder y con ello, el simbolismo que relataba el origen de los seres, las cosas y la naturaleza, pero que también proclamaba la autoridad de los gobernantes, fundamentada en la ancestría y sacralidad de sus linajes. Así, la tradición escultórica homocéntrica creada por aquellos primeros maestros se ejecutó, sobre todo, en arquitectura, escultura, cerámica, lítica y madera.

Autores

Pedro Francisco Sánchez Nava

Laura Ledesma Gallegos

Mario Córdova Tello

Rebeca González Lauck

Ana María Álvarez Palma

Fascículo

Facículo 4

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En palabra de los autores

Los Olmecas