México tiene una extensión territorial de 1,964,375 kilómetros cuadrados, de los que un poco más del 99 % es superficie continental y el resto es superficie insular. Al incluir la Zona Económica Exclusiva contigua al mar territorial, la superficie total crece a 5,114,295 kilómetros cuadrados, es decir, 2.6 veces más. En esta extensión es posible encontrar diferentes ecosistemas como las selvas, los bosques y los desiertos, así como transitar sobre relieves como llanuras, sierras, barrancas, mesetas y valles. A simple vista, estas formas parecen estar ahí desde que las poblaciones humanas llegaron a habitarlas, aunque en realidad son el resultado de modificaciones que se han moldeando durante largos periodos.
El paisaje observado parece una imagen fija de los elementos naturales; la cotidianidad solo nos deja percibir los cambios que se dan cada temporada del año, cuando según el ecosistema, la vegetación cambia de tonalidades de color junto con la dinámica urbana y la vida rural. Las evidencias de la huella humana se observan de inmediato a través de su interacción con el ambiente, que se complementan con la construcción de referentes emotivos y culturales, estableciendo así vínculos inseparables con su entorno. Cuando se describen y conocen cada uno de los elementos que integran ese entorno, que van desde sus propiedades
físicas hasta las sociales, se genera una relación de identidad entre los humanos y su ambiente.